Por fin, habíamos llegado a casa de Massimo y por fin comíamos. Todo empezó en Florencia el año 1859 cuando los florentinos expulsaron al gran Duque Leopoldo II y con él a toda la nobleza, y por tanto a nosotros también. Sitiaron nuestro palacio, con la amenaza de que si no salíamos lo quemarían con nosotros dentro. Salimos a la calle por la puerta trasera que daba a un patio de la casa vecina. Mis padres cogieron el carruaje y marcharon hacia Milán, donde les esperaban mis tíos. En cambio yo decidí ir hacia Venecia, a casa de unos amigos. Me despedí de ellos, cogí un caballo y me fui por el Ponte de la Santissima Trinita. Paré en medio del puente y pude ver como los revolucionarios entraban en nuestro palacio y lo saqueaban. Cuando llegué al otro extremo del puente, vi a una muchedumbre alocada quemando el palacio Ferroni, donde vivía uno de mis amigos. Vi a Francesco Ferroni batirse con la espada para que no le mataran. Desenvainé y me abrí paso con el caballo y la espada hasta él.
- ¡Francesco, sube!
- ¡Marco! ¡Mis padres, rápido, les van a matar!
- Es demasiado tarde, ¡sube!
Ferroni subió al caballo y nos fuimos.
- ¿Estás bien Franccesco?
- Sólo tengo un corte en el brazo izquierdo, pero… Mis padres… Mi hermana…
Empezó a llorar hasta que llegamos a